jueves, 14 de marzo de 2013

CONOCIENDO A NUESTRO QUERIDO PAPA FRANCISCO I

El cardenal Jorge Bergoglio, 77 años, nació en el barrio argentino de Flores en el Gran Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Tras estudiar como técnico químico eligió el sacerdocio y entró en la Compañía de Jesús.

Estudio filosofía y teología en ambas facultades del Colegio Máximo San José. Fue maestro de novicios y profesor universitario en teología, provincial de los Jesuitas en su país y presidente de la Conferencia episcopal del 2005 al 2011. El 13 diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote. Cumplió un postgrado en la Universidad de Alcalá de Henares y en 1986 concluyó su tesis doctoral en Alemania. Juan Pablo II lo creó cardenal en el 2001.

Tiene una fuerte experiencia pastoral, y ha sido reconocido como un hombre de carácter. Su pagina en Facebook cuenta más de 37.000 ´me gusta´ . Viaja normalmente en subterráneo, metro o medios públicos.

Se ha caracterizado como un firme defensor del derecho a la vida, y de la esencia familiar.

Es conocida también su sensibilidad por las clases menos favorecidas. A los religiosos les ha pedido "salir a dar testimonio e interesarse por el hermano" porque la cultura del encuentro "nos hace hermanos, nos hace hijos, y no socios de una ONG o prosélitos de una multinacional".

En diversas oportunidades criticó fuertemente la corrupción y la trata de personas con imágenes fuertes: "Se cuida mejor a un perro que a estos esclavos nuestros". O "la esclavitud está a la orden del día, hay chicos en situación de calle desde hace años, no sé si más o menos, pero hay muchos". Sus palabras han sido también fuertes con relación a la degradación de menores.

Ha criticado fuertemente el "limitar y eliminar el valor supremo de la vida e ignorar los derechos de los niños por nacer". Y aseveró: "el aborto nunca es una solución". Se opuso a la liberalización de drogas y exhortó a los jóvenes a no creerles a "los mercaderes de la muerte".

Ha advertido contra la falta de "humildad" de los gobernantes y la "veleidad" como un desvalor "que carece de toda propuesta".

Sobre Aparecida indicó que "la inspiración del Espíritu es la gran luz que hubo ahí. Sombras son las mil y una cositas que trababan y tuvimos que superar". "Todo fue un complejo de luces y sombras y que ganó la luz".

Siempre se mostró reacio a obtener encargos de un cierto peso en la Curia Romana, si bien fue nombrado consultor de la Pontificia Comisión de América Latina; miembro de las Congregaciones para el Culto Divino y la disciplina de los sacramentos; del Clero; de los Institutos de Vida Consagrada, del Consejo postsinodal, y de la presidencia del Pontificio Consejo para la Familia.

La fuerza de la Iglesia -indicó el entonces purpurado en el sínodo sobre la nueva evangelización- está en la comunión y su debilidad en la división y en la contraposición.

miércoles, 13 de marzo de 2013

LA MISA DE ENTRONIZACIÓN SERÁ EL MARTES, DÍA DE SAN JOSÉ.




La Misa de Entronización del Papa Francisco I, el Papa número 266 de la Iglesia Católica, será el próximo martes, a las 9.30 horas, según ha confirmado el jefe de la Sala de Prensa del Vaticano, el padre Federico Lombardi.

De Argentina llegan noticias de lo mal que ha caído la elección entre los miembros del partido del Gobierno. El bloque oficialista en el Parlamento se ha negado a interrumpir el homenaje dedicado al recientemente fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, que se estaba celebrando en el momento en el que se ha conocido que el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio se convertía en el nuevo Papa con el nombre de Francisco I.

El líder del bloque oficialista, Agustín Rossi, ha felicitado a Bergoglio y ha anunciado que impulsarían una felicitación en el Parlamento para el nuevo Papa. "Queremos expresar nuestro beneplácito", ha indicado Rossi al conocerse la noticia.

Después, los partidos opositores han solicitado interrumpir el acto dedicado a Chávez para dedicar unas palabras al nuevo Sumo Pontífice. Sin embargo, los kirchneristas se han negado y han seguido con el homenaje previsto, según ha destacado el diario 'Clarín'. El bloque oficialista Frente para la Victoria se ha negado a aceptar la petición del diputado Omar de Marchi, que ha instado al Parlamento a abrir un cuarto intermedio en el homenaje al mandatario venezolano para dar la enhorabuena al cardenal Bergoglio.

Aunque los kirchneristas se han negado en un primer momento, la diputada opositora Graciela Camaño ha insistido en la petición. Al final, el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, ha dado la palabra a la parlamentaria Adela Segarra, que ha seguido con el homenaje al mandatario venezolano.

Entre gritos de "`Resentidos, maleducados!" contra los kirchneristas, la oposición ha ido abandonando la Cámara Baja después de que varios diputados aplaudieran la elección del cardenal argentino como nuevo jefe de la Iglesia católica.



Los retos que le esperan a Francisco I en la Iglesia y en el mundo

El nuevo Papa está trabajando ya, cuando aún faltan dos días para entrar en el Cónclave y tres para la «fumata bianca». Sabe cuáles van a ser sus «deberes», y busca ya las personas adecuadas para formar un equipo leal. Necesita un puñado de valientes para una misión de alto riesgo durante los primeros cuatro o cinco meses, hasta que consiga cambiar al menos una parte de la maquinaria curial. Las prioridades identificadas en seis días de reuniones de cardenales equivalen a los trabajos de Hércules. Requieren una especie de «Superman» para llevarlos a cabo.
Hace falta un Papa que llame, inmediatamente, la atención del mundo, como hizo Juan Pablo II en 1978. Un Papa que conmueva los corazones de los católicos y de las personas de buena voluntad. Que envíe un mensaje fraterno a los cinco mil obispos y, al mismo tiempo, un mensaje de seriedad a los gobiernos de todo el planeta.
Hace falta un Papa que aplique una sacudida a la Curia en los primeros «cien días», y deje la casa en orden antes de salir, a finales de julio, hacia la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro. O hacia México para arrodillarse ante la Virgen de Guadalupe, Patrona de las Américas, camino de Río. Un gesto que electrizaría al Nuevo Mundo, el continente donde viven más de la mitad de los católicos del planeta.
«Por favor, acepte»
El panorama que se abre ante el nuevo Papa es abrumador, casi aterrador, y la primera idea que viene ahora mismo a la cabeza de cualquier papable sensato es la de no aceptar. Quizá para salvar la vida. El caso de Albino Luciani, Juan Pablo I, en 1978, está todavía fresco en la memoria. Aceptó una misión superior a sus fuerzas físicas y falleció al cabo de un mes de vestir de blanco. Su sacrificio no fue inútil, pues en aquellas cuatro semanas insufló tal humanidad al Papado que hizo posible la elección de Juan Pablo II.
El mismo peligro corrió Benedicto XVIen la primavera de 2005, aceptando el cargo con 78 años, dos ictus a las espaldas y un marcapasos que apuntalaba su maltrecho corazón.Los médicos le advirtieron que no podría dedicar a su tarea el esfuerzo físico necesario. Tendría que elegir entre recortar su actividad o, sencillamente, morir.
Los cardenales le habían encomendado asegurar la continuidad con el gran Pontificado de Juan Pablo II, quizá el más grande de la historia, y Benedicto XVI tomó decisiones muy amargas para no fallecer en pocas semanas. Espaciar las audiencias a autoridades y limitarlas a jefes de Estado o de Gobierno. Recibir a los nuncios tan sólo una vez cada cinco años. Poner fin a la costumbre de invitar gente a la misa de la mañana, a comer o a cenar, como hizo siempre Juan Pablo II. En definitiva, ahorrar cada miligramo de energía para evitar un desplome prematuro
El miedo de los papables es perfectamente comprensible. Por eso, los cardenales que les apoyan suelen pedirles que «si es elegido, por favor, acepte». Es lo mismo que los mejores papables han escuchado estos días de labios de amigos y de algún periodista: «por favor, acepte».
Transparencia
El primero de los «trabajos de Hércules» sobre la mesa del futuro Papa es la reorganización de la Curia vaticana. No es la tarea más importante, pero es la que va a darle más quebraderos de cabeza. Y no se puede retrasar más. Los desastres organizativos que han amargado los ocho años de Benedicto XVI pueden hundir también el próximo Pontificado.
Es urgente imponer niveles mínimos de transparencia y eficiencia que pongan fin a los amiguismos y las parsimonias. Las grandes diócesis de Europa y Estados Unidos funcionan muy bien pues mantienen esos criterios y cuentan con el trabajo de excelentes profesionales laicos, hombres y mujeres, que saben llevar los balances, administrar las propiedades, comunicar con los medios y proteger a los menores de edad.
Del próximo Papa se espera un cambio cultural «revolucionario» para la mentalidad italiana. Poner en cada puesto a la persona que conozca ese trabajo y lo haga bien. Cesar, en lugar de ascender, a quien cometa errores. Y promover una sana rotación entre la Curia vaticana y la «misión» en primera línea al servicio de las almas.
Los nombramientos en la Curia duran cinco años. Quien acumule dos quinquenios, o al máximo tres, debería volver por una temporada a su país o a otro para dedicarse a las personas reales, a la catequesis y a los sacramentos. Esa alternancia evita el riesgo de convertirse en «apparatchiks» de un sistema que a veces recuerda la etapa final de la antigua Unión Soviética, dominada por una gerontocracia egoísta y sin corazón.
El cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, comentaba hace unos días a la CNN que «nosotros buscamos un Papa que nos recuerde a Jesucristo». Esto es lo fundamental. Según el exuberante purpurado americano, «le llamamos vicario de Cristo porque, cuando le vemos, nos eleva inmediatamente hacia cosas superiores, hacia las verdades eternas del hombre que se describió a sí mismo como la Verdad».
El «peligro americano»
A lo largo de la pasada semana, los cardenales han pedido de todo: «necesitamos un pastor», «una persona alegre», «un Papa de gran corazón»… Por no hablar de «un Papa que sepa comunicar con el mundo» o, repetidas veces, «un Papa capaz de gobernar la Curia». El mejor resumen de todos esos requisitos lo hizo un jesuita americano: «Los cardenales quieren a un Jesucristo con un máster en dirección de empresas». Algunos burócratas de la Curia, en cambio, desean un Papa dócil e incluso un Papa gris, que no les cree problemas, mientras que temen a uno enérgico.
Un «ritornello» de las últimas dos semanas, cuando vieron el peligro de un Papa americano, ha sido: «No hace falta un Papa sheriff sino un Papa pastor». En definitiva, alguien que no intente meterles en cintura y ponerles a trabajar. En medios curiales florece todo tipo de sabiduría sobre quién no debe ser Papa. Así, por ejemplo, el filipino Luis Antonio Tagle, de 55 años, no puede ser Papa porque es demasiado joven: «Necesitamos un Santo Padre, no un Padre eterno».
En cierto modo, el trabajo «previo» a este Cónclave comenzó el pasado mes de octubre durante el Sínodo de la Nueva Evangelización. Se estudió a fondo el modo de presentar de nuevo el mensaje de Jesús usando lenguajes nuevos y, sobre todo, el ejemplo personal. Benedicto XVI, el único que sabía que el Cónclave estaba cercano, hizo sus «deberes» nombrando por sorpresa seis nuevos cardenales –ninguno de ellos italiano ni europeo– para completar el total de 120 electores.
En continuidad con los debates del Sínodo, la primera idea que vino a la cabeza de muchos cardenales cuando recibieron la noticia-shock de la renuncia del Papa fue: «Necesitamos un Evangelizador en jefe». Hace falta un Papa «misionero», que vuelva a predicar por todos los caminos de la tierra y en todos los foros, los más prestigiosos y los más humildes. Tiene que ser alguien con los rasgos de San Pablo, además de los de San Pedro. Pero llevar el timón de la barca de la Iglesia es tarea imposible si un marinero está distraído, otro hace lo que le da la gana y el de más allá se preocupa sólo de sus ascensos.
A lo largo de dos mil años, el cristianismo ha movilizado poderosas energías para hacer el bien, desde los milagros de Pedro hasta los de Francisco o los de Teresa de Calcuta. Hoy en día, al frente de la mayor parte de las diócesis hay personas santas y valiosas.
Cúpula obsoleta
Hay también personas excelentes en la Curia vaticana pero, como organización, la cúpula de la Iglesia católica resulta obsoleta. Es una jungla de departamentos –más de un tercio innecesarios–, con demasiadas «cordadas» de peones leales a su mentor y demasiado «carrierista», un tipo de clérigo más preocupado por sus ascensos que por servir a los demás.
Desde el punto de vista de magisterio, Benedicto XVI bordó un Pontificado de oro. Pero en gobierno fue de bronce y, en comunicación con los medios, de barro. Nadie se lo reprocha, pues cada persona tiene sus límites físicos y Benedicto XVI supo elegir las prioridades adecuadas a su edad y sus fuerzas. Pero ha dejado tareas pendientes. Que ahora son los trabajos de Hércules de su sucesor.

Los retos que le esperan a Francisco I en la Iglesia y en el mundo


Los retos que le esperan a Francisco I en la Iglesia y en el mundo

El nuevo Papa está trabajando ya, cuando aún faltan dos días para entrar en el Cónclave y tres para la «fumata bianca». Sabe cuáles van a ser sus «deberes», y busca ya las personas adecuadas para formar un equipo leal. Necesita un puñado de valientes para una misión de alto riesgo durante los primeros cuatro o cinco meses, hasta que consiga cambiar al menos una parte de la maquinaria curial. Las prioridades identificadas en seis días de reuniones de cardenales equivalen a los trabajos de Hércules. Requieren una especie de «Superman» para llevarlos a cabo.
Hace falta un Papa que llame, inmediatamente, la atención del mundo, como hizo Juan Pablo II en 1978. Un Papa que conmueva los corazones de los católicos y de las personas de buena voluntad. Que envíe un mensaje fraterno a los cinco mil obispos y, al mismo tiempo, un mensaje de seriedad a los gobiernos de todo el planeta.
Hace falta un Papa que aplique una sacudida a la Curia en los primeros «cien días», y deje la casa en orden antes de salir, a finales de julio, hacia la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro. O hacia México para arrodillarse ante la Virgen de Guadalupe, Patrona de las Américas, camino de Río. Un gesto que electrizaría al Nuevo Mundo, el continente donde viven más de la mitad de los católicos del planeta.
«Por favor, acepte»
El panorama que se abre ante el nuevo Papa es abrumador, casi aterrador, y la primera idea que viene ahora mismo a la cabeza de cualquier papable sensato es la de no aceptar. Quizá para salvar la vida. El caso de Albino Luciani, Juan Pablo I, en 1978, está todavía fresco en la memoria. Aceptó una misión superior a sus fuerzas físicas y falleció al cabo de un mes de vestir de blanco. Su sacrificio no fue inútil, pues en aquellas cuatro semanas insufló tal humanidad al Papado que hizo posible la elección de Juan Pablo II.
El mismo peligro corrió Benedicto XVIen la primavera de 2005, aceptando el cargo con 78 años, dos ictus a las espaldas y un marcapasos que apuntalaba su maltrecho corazón.Los médicos le advirtieron que no podría dedicar a su tarea el esfuerzo físico necesario. Tendría que elegir entre recortar su actividad o, sencillamente, morir.
Los cardenales le habían encomendado asegurar la continuidad con el gran Pontificado de Juan Pablo II, quizá el más grande de la historia, y Benedicto XVI tomó decisiones muy amargas para no fallecer en pocas semanas. Espaciar las audiencias a autoridades y limitarlas a jefes de Estado o de Gobierno. Recibir a los nuncios tan sólo una vez cada cinco años. Poner fin a la costumbre de invitar gente a la misa de la mañana, a comer o a cenar, como hizo siempre Juan Pablo II. En definitiva, ahorrar cada miligramo de energía para evitar un desplome prematuro
El miedo de los papables es perfectamente comprensible. Por eso, los cardenales que les apoyan suelen pedirles que «si es elegido, por favor, acepte». Es lo mismo que los mejores papables han escuchado estos días de labios de amigos y de algún periodista: «por favor, acepte».
Transparencia
El primero de los «trabajos de Hércules» sobre la mesa del futuro Papa es la reorganización de la Curia vaticana. No es la tarea más importante, pero es la que va a darle más quebraderos de cabeza. Y no se puede retrasar más. Los desastres organizativos que han amargado los ocho años de Benedicto XVI pueden hundir también el próximo Pontificado.
Es urgente imponer niveles mínimos de transparencia y eficiencia que pongan fin a los amiguismos y las parsimonias. Las grandes diócesis de Europa y Estados Unidos funcionan muy bien pues mantienen esos criterios y cuentan con el trabajo de excelentes profesionales laicos, hombres y mujeres, que saben llevar los balances, administrar las propiedades, comunicar con los medios y proteger a los menores de edad.
Del próximo Papa se espera un cambio cultural «revolucionario» para la mentalidad italiana. Poner en cada puesto a la persona que conozca ese trabajo y lo haga bien. Cesar, en lugar de ascender, a quien cometa errores. Y promover una sana rotación entre la Curia vaticana y la «misión» en primera línea al servicio de las almas.
Los nombramientos en la Curia duran cinco años. Quien acumule dos quinquenios, o al máximo tres, debería volver por una temporada a su país o a otro para dedicarse a las personas reales, a la catequesis y a los sacramentos. Esa alternancia evita el riesgo de convertirse en «apparatchiks» de un sistema que a veces recuerda la etapa final de la antigua Unión Soviética, dominada por una gerontocracia egoísta y sin corazón.
El cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, comentaba hace unos días a la CNN que «nosotros buscamos un Papa que nos recuerde a Jesucristo». Esto es lo fundamental. Según el exuberante purpurado americano, «le llamamos vicario de Cristo porque, cuando le vemos, nos eleva inmediatamente hacia cosas superiores, hacia las verdades eternas del hombre que se describió a sí mismo como la Verdad».
El «peligro americano»
A lo largo de la pasada semana, los cardenales han pedido de todo: «necesitamos un pastor», «una persona alegre», «un Papa de gran corazón»… Por no hablar de «un Papa que sepa comunicar con el mundo» o, repetidas veces, «un Papa capaz de gobernar la Curia». El mejor resumen de todos esos requisitos lo hizo un jesuita americano: «Los cardenales quieren a un Jesucristo con un máster en dirección de empresas». Algunos burócratas de la Curia, en cambio, desean un Papa dócil e incluso un Papa gris, que no les cree problemas, mientras que temen a uno enérgico.
Un «ritornello» de las últimas dos semanas, cuando vieron el peligro de un Papa americano, ha sido: «No hace falta un Papa sheriff sino un Papa pastor». En definitiva, alguien que no intente meterles en cintura y ponerles a trabajar. En medios curiales florece todo tipo de sabiduría sobre quién no debe ser Papa. Así, por ejemplo, el filipino Luis Antonio Tagle, de 55 años, no puede ser Papa porque es demasiado joven: «Necesitamos un Santo Padre, no un Padre eterno».
En cierto modo, el trabajo «previo» a este Cónclave comenzó el pasado mes de octubre durante el Sínodo de la Nueva Evangelización. Se estudió a fondo el modo de presentar de nuevo el mensaje de Jesús usando lenguajes nuevos y, sobre todo, el ejemplo personal. Benedicto XVI, el único que sabía que el Cónclave estaba cercano, hizo sus «deberes» nombrando por sorpresa seis nuevos cardenales –ninguno de ellos italiano ni europeo– para completar el total de 120 electores.
En continuidad con los debates del Sínodo, la primera idea que vino a la cabeza de muchos cardenales cuando recibieron la noticia-shock de la renuncia del Papa fue: «Necesitamos un Evangelizador en jefe». Hace falta un Papa «misionero», que vuelva a predicar por todos los caminos de la tierra y en todos los foros, los más prestigiosos y los más humildes. Tiene que ser alguien con los rasgos de San Pablo, además de los de San Pedro. Pero llevar el timón de la barca de la Iglesia es tarea imposible si un marinero está distraído, otro hace lo que le da la gana y el de más allá se preocupa sólo de sus ascensos.
A lo largo de dos mil años, el cristianismo ha movilizado poderosas energías para hacer el bien, desde los milagros de Pedro hasta los de Francisco o los de Teresa de Calcuta. Hoy en día, al frente de la mayor parte de las diócesis hay personas santas y valiosas.
Cúpula obsoleta
Hay también personas excelentes en la Curia vaticana pero, como organización, la cúpula de la Iglesia católica resulta obsoleta. Es una jungla de departamentos –más de un tercio innecesarios–, con demasiadas «cordadas» de peones leales a su mentor y demasiado «carrierista», un tipo de clérigo más preocupado por sus ascensos que por servir a los demás.
Desde el punto de vista de magisterio, Benedicto XVI bordó un Pontificado de oro. Pero en gobierno fue de bronce y, en comunicación con los medios, de barro. Nadie se lo reprocha, pues cada persona tiene sus límites físicos y Benedicto XVI supo elegir las prioridades adecuadas a su edad y sus fuerzas. Pero ha dejado tareas pendientes. Que ahora son los trabajos de Hércules de su sucesor.



A TODOS LOS FRANCISCANOS DE MARÍA.Queridos catequistas, os ruego que hagáis llegar cuanto antes a todos los franciscanos de María la noticia de que no sólo tenemos Papa y ha decidido llamarse como San Francisco, sino que le conozco muy bien desde hace años. He estado con él en Roma, en Buenos Aires y en Madrid y durante años ha recibido semanalmente la palabra de vida. Recemos por él, porque lo que tiene por delante no es fácil. Y ¡viva el Papa!

domingo, 2 de octubre de 2011

El suicidio protestante

P. Santiago Martín..
Los Episcopalianos -los anglicanos de Estados Unidos- se hunden. En diez años han perdido un 30 por 100 de sus feligreses. Un tercio de sus parroquias reúne a menos de 40 personas para la única celebración litúrgica que hace el domingo. Incluso 36 de sus catedrales no congregan ni a 200 fieles en el fin de semana. ¿Y esto por qué?
Si las cosas fueran según la lógica aparentemente aplastante que usa la gente, los Episcopalianos deberían tener los templos a rebosar. Tienen curas casados; desde 1930 aceptan los anticonceptivos; desde 1976 tienen sacerdotisas; desde 1989, obispas; desde el 2000 dejaron de considerar pecado el adulterio; en 2003 ordenaron obispo a un homosexual que vivía con su pareja; en 2006 aceptaron el matrimonio homosexual; en 2010 ordenaron a una obispa lesbiana activa y, por supuesto, son pro abortistas. Tienen, por lo tanto, todo aquello con que sueñan los curas, laicos y teólogos católicos más disparatadamente progresistas y, sin embargo, lo que no tienen son feligreses. Vuelvo a preguntar, ¿y esto por qué?
La respuesta a esta pregunta la dio, valientemente, el Papa la semana pasada en su reunión en Erfurt (Alemania) con los principales líderes luteranos de su país. Porque su ansia de acercarse al mundo les ha hecho alejarse de Dios, de su palabra, de su mensaje. Y el resultado es una bazofia tan nauseabunda que sólo a los que les gusta la basura les puede resultar apetecible.
Pero no hay que pensar que este es un problema de esa “Iglesia” solamente. Están igual los luteranos, los presbiterianos, los de la Iglesia Unitarista –la de Obama- y, por supuesto, los anglicanos de Inglaterra. Un estudio llevado a cabo entre las sacerdotisas anglicanas del Reino Unido, arroja las siguientes cifras: Un tercio no cree en la maternidad virginal de María, la mitad no cree que Cristo resucitó, otro tercio niega la Trinidad y una cuarta parte ni cree en Dios Padre ni en el Espíritu Santo.
Y a eso es a donde nos quieren conducir a nosotros, los católicos. De hecho, aunque estemos aún muy lejos de esos extremos, en estos años hemos recorrido ya una parte del camino. Si se hiciera un estudio serio y anónimo entre el clero, ¿cuántos admitirían creer en el infierno e incluso en la vida eterna? ¿cuántos creerían en los cuatro dogmas marianos? ¿cuántos en la infalibilidad del Papa? ¿cuántos en la presencia real de Cristo en la Eucaristía? La deriva de la Iglesia hacia el protestantismo –con signos evidentes no sólo en dogma y moral sino en la liturgia y hasta en la arquitectura, como quitar el sagrario de los templos y ponerlo en capillas laterales-, ha sido frenada por la valiente actitud de los últimos Papas, pero el peligro no ha pasado ni mucho menos. Dentro hay fuerzas tan poderosas que pugnan por precipitarnos al abismo. Tan poderosas como las que hay fuera. Porque ambas proceden del mismo enemigo. Pero a éste siempre termina por pisarle la cabeza la Santísima Virgen. Por eso los amigos del enemigo insisten tanto en atacar a María. Saben lo que hacen, pero no prevalecerán.

Palabra de Vida: XXVII domingo: El cansancio de Dios.