lunes, 13 de diciembre de 2010

Carta de P. Santiago Martín

     Queridos Franciscanos de María, lo que nos pide que hagamos la palabra de vida de esta semana es anunciar a los Pobres la buena noticia. Además, Jesús dijo que esa era una prueba de que con su llegada había entrado al mundo la salvación. Por lo tanto, nosotros, que esperamos al Salvador y que necesitamos su venida, debemos colaborar con Él llevando a cabo lo que nos pidió. 

     Pero, quiénes son los Pobres. No cabe duda de que lo son esos millones de hermanos nuestros que están pasándolo mal porque no tienen trabajo. La buena noticia para ellos es ofrecerles un empleo o, en su defecto, una ayuda para que puedan seguir adelante. Esta buena noticia la Iglesia la lleva dando desde el inicio, como lo demuestran las muchisimas iniciativas sociales que ha puesto en marcha y, por ejemplo, las 8000, 000 personas a las que alimenta Cáritas en España. Pero ¿éstos son los únicos Pobres que existen?. Incluso habría que preguntarse si son los más Pobres. La Madre Teresa, experta en ayudar a los menesterosos, decia que los más necesitados eran los Pobres de Dios, los que NO CONOCEN A DIOS. De echo ahora podemos comprobar lo que la Iglesia ha dicho siempre: que cuando el hombre se aleja de Dios se hace daño a si mismo y hace daño a su prójimo. Por eso, anunciar a los Pobres la buena noticia significa también hablar de Dios a quien esta alejado de él. Y ahí es donde las cosas se vuelven díficiles, porque el que tiene hambre te cogerá gustoso el pedazo de Pan que le ofreces -aunque quizá no te lo agradezca-, pero el que se está hiriendo asi mismo porque ha perdido el sentido de la realidad moral, no querrá que le hables de Dios, aunque esa medicina sea precisamente la que su enfermedad requiere. Surge así el desánimo, al ver que ni siquiera a los más próximos y más queridos podemos transmitirles lo que les salvaria de la autodestrucción. Esta semana hablaba con un Padre, que estaba desalentado por el comportamiento de sus Hijos. ¿Qué se puede hacer?, me preguntaba.  Seguir rezando, le he contestado. Creo que, efectivamente, eso es lo primero y lo más importante que debemos hacer. Y, lo segundo, es no perder la esperanza. La crisis moral es tan fuerte, tan profunda y han echo tanto daño entre los jovenes, que se tardará muchísimo en sanar las heridas que ha provocado. Por eso debemos de tener paciencia, perseverancia, ejemplaridad y, sobre todo, ser conciente de que nosotros no podemos resolver problemas de este calibre, que sólo Dios puede hacerlo y que, por lo tanto, es a ÉL a quien tenemos quesuplicarle la gracia y el milagro.
     Pienso, de nuevo, en la Madre Teresa, cuando decia que Ella habia recogido los moribundos de las calles de Calcuta de uno en uno, y con ello queria decir que no se había propuesto acabar el problema de la Pobreza en Calcuta, que evidentemente exedía a sus posibilidades; nosotros debemos hecr igual: el problema hoy es tan grande que nosotros no podemos resolverlo; concentrémonos en uno, en alguien quizá muy querido y cercano: recemos por él, démole el mejor ejemplo y en el momento oportuno, la palabra que le oriente hacia Dios.
No perdamos la esperanza.


     En cuanto el tema de meditación de esta semana, nos fijamos en el tipo de Amor de María, un amor inmediato, un Amor de Obras y no de promesas vanas. Démosle gracias a Dios por ese "SI" inmediato de la Virgen y hagamos nosotros lo mismo. Siempre que pienso en esto recuerdo, aquella vieja canción de la época de mis Padres. "Estás perdieron el timpo, pensando, pensando...." O en aquella poesia de Permán referida a San Francisco Javier: "Soy más amigo del viento, Señora, que de la brisa. Hay que hacer el bien de prisa, que el mal no pierde momento".


     Aprovecho también para deciros que estamos ultimando algunas cosas prácticas para la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Madrid en Agosto del año proximo, tales como las reservas de hoteles para los adultos. Aunque he pedido a los coordinadores nacionales que me informen de quienes van a venir, no estaría  de más que cada uno de los que van a venir se pusiera en contacto conmigo si lo desea para darme sus datos. Como siempre, me acojo a vuestras oraciones, y podéis contar con las mias, sobre todo por los que estáis sufriendo.

P. Santiago. 
   

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