miércoles, 10 de noviembre de 2010

TEMA DE MEDITACIÓN Y FORMACIÓN: ARCA DE LA ALIANZA

Primera Semana
                                                Arca de la Alianza.
   En las Letanias decimos que María es el "Arca de la Alianza". ("Arca de la Nueva Alianza", deberíamos decir mejor), pues fue en su vientre donde se gestó esa nueva alianza que Dios quiso hacer con los hombres cuando decidió enviar a su Hijo, Jesucristo, para redimir a los hombres.
   El Antiguo Arca de la Alianza, era un baúl de maderas nobles, protegido por dos Ángeles también de madera o quiza de oro. Sin embargo, no era el arte ni el precio de los materiales lo que hacian valioso al Arca. Los israelitas lo custodiaban con esmero porque en su interior se conserban las tablas de la ley que Yahvé entregó a Moisés en el Sinaí.
   El Arca era, por lo tanto, el objeto más sagrado del Pueblo judío, pues contenía el documento, escrito en piedra, que testificaba la alianza entre Dios y su pueblo. Un documento, una alianza, que establecía obligaciones para las dos partes firmantes del mismo. El pueblo tenía que cumplir los mandamientos de la ley, a cambio, Yahvé protegería al pueblo de sus muchos enemigos, los vecinos que querian conquistarle, las malas cosechas o las enfermedades.
   Las tablas de la ley eran, por así decirlo, un documento notarial. Eran, además, la prueba de que Dios había intervenido en la historia y que, por lo tanto, los israelitas no estaban hablando de mitos, como los pueblos vecinos, sino de cosas reales y tangibles. Tan tangibles como las plagas contra el Egipto esclavisador, como el maná del desierto o como el agua que salía de la roca para saciar la sed del pueblo.
   ¿Que sentido tiene decir que María es el "Arca de la Alianza" ?. En primer lugar hay que destacar la nobleza de los materiales. Si el primer arca era valiosa por sí misma, por haber estado confecionada con roble, con nogal, con ébano o con cualquier otra madera costosa, más valiosa era la segunda, constituida por una persona viva, por un ser humano, por la Inmaculada, por María. Y así el primer arca era un tesoro preciadísimo por el echo de conteneren él las tablas de la ley, más valor tenía la segunda, que llevó en su vientre, custodió, alimentó, dio carne y afecto, no a un documento escrito en piedra sino al autor mimo del documento. María no protegió durante su embarazo, a un acta notarial, sino que llevó en su seno al mismísimo Hijo de Dios, el cual, más que ninguna otra prueba, era la manifestación esplícita y definitiva de que Dios se interesaba por su pueblo, de que Dios se introducia en la historia de los hombres para salvar a los hombres.
   Por eso me gustan algunas antiguas imágenes de María que la representaban como una mujer embarazada y en cuyo vientre se había echo un hueco para introducir el Santísmo.
Estas imágenes sagrario son una auténtica lección de Teología. Ella, la joven Virgen es, a la vez, protectora del tesoro mayor que han podido contemplar los tiempos: EL HIJO DE DIOS ECHO HOMBRE. Y lo protege no con herrajes, con cadena, con gruesas tablas de la mejor madera o con espesos muros del más duro forjado. Lo protege con la fáagil pared de la piel humana, con la poderosa fuerza del AMOR DE UNA MADRE.
   Pidámosle a María, cuando la contemplamos como "Arca de la Alianza", que seamos también nosotros capaces de convertirnos en portadores de Dios. En "dignos" portadores de Dios. Que los que nos vean, los que saben que somos cristianos y saben, quizá, que vamos a MISA y COMULGAMOS, no tengan la inpresión de que somos tabernáculos corrompidos sino DIGNOS TEMPLOS del SEÑOR; DIGNOS TEMPLOS del ESPÍRITU SANTO.
   Y luego pensemos que en nosotros, como en María, no se guardan tablas de piedra, sino una nueva ley, una nueva alianza, LA DEL AMOR. LA DE LA CARIDAD. No debemos pues aspirar sólo a los mínimos, a cumplir los mandamientos de Moisés, sino a los máximos, los mandamientos de la ley cristiana, de las bienaventuranzas...
  Propósito: Agradecer a Dios que Nuestra Madre se haya convertido en el sagrario más precioso porque contuvo no una tabla de piedra sino al propio Dios. E imitarla.

                                     

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