domingo, 31 de octubre de 2010

TEMA DE MEDITACIÓN Y FORMACIÓN.

Quinta Semana:
       TORRE DE DAVID.
      En las letanías, decimos de María que es "fuente como la torre de David". Con esta exclamación estamos expresando no sólo la  certeza de que la Virgen es como una Torre amurallada, fuerte e inexpugnable ante los asaltos de los enemigos. Decimos también que esa torre es la de David, es decir la Heredera de aquellasa tradiciones que representaban lo mejor del pueblo de Israel.
      Una vez más. por lo tanto, nos encontramos ante la raiz judía de Nuestra Señora. Una raiz de la que ni Ella ni nosotros debemos avergonzarnos. El pueblo de Israel, cuya historia no empieza con David sino con Abraham, era, no hay que olvidarlo, el pueblo elegido. Una Nación preparada especialmente para cumplir una misión histórica: la de servir de cuna al Mesías Redentor y la de ir recibiendo progresivamente la revelación del Dios que se mostraba a sí Mismo a los hombres. David, en esa historia de salvación, fue un hito importante. Su fidelidad al Señor lo llevó a ser proclamado rey y, a pesar de sus pecados, se convirtío en la raiz de la cual descendería, andando el tiempo, el propio Jesucristo.
      El apelativo "TORRE" tiene, tiene además y por sí mismo, un significado de altura y no sólo de fortaleza. Unido al concepto Davídico, nos dice que María es lo más alto, lo más noble, lo más representativo de aquel pueblo elegido, el de Israel. María puerta del Nuevo Testamento pues con su hijo empieza la nueva alianza entre Dios y los hombres, es la plenitud y perfección del Antiguo Testamento. Lo mejor de lo viejo deja paso a lo nuevo, en una transición sin rupturas, en una continuidad que, como el propio Cristo quiso dejr claro, no representaba destrucción sino cumplimiento.
     ¿Que nos puede enseñar todo esto a nosotros? Algo muy de moda, pero, a la vez, mal entendido. Me refiero al aprecio de la propia cultura, a las propias tradiciones. Hoy se habla mucho , en la Teología Católica, de "INCULTURACIÓN". Con este término se quiere significar la necesidad de que la fe se introduzca dentro de la cultura de cada pueblo, de cada nación, de cada continente. No puede ser igual - se dice- la celebración de la fe en África que en Norteamérica, en las Islas de Pacíficoque en las metrópolis secularizadas de Occidente. Tienen razón los que esto dicen, aunque a veces lleguen a extremos inaceptables. La fe tiene que asumir, en cada caso, aspectos propios y típicos de cada cultura, pero a la vez, la fe debe purificar la cultura y despojarla de aquello que no es según el plan de Dios  y que, por lo tanto, no beneficia los hombres. Si la cultura como ocurrio al llegar los españoles a América   -aceptaba los sacrificios humanos, eso es incompatible con nuestra fe. Si acepta la poligamia o la compra-venta de mujeres como eposas- como sigue sucediendo en África - eso también es incompatible con nuestra fe. Si- como pasa ahora en Occidente- ve bien el aborto y la autanacia, eso no puede ser aceptado por los Cristianos.
      Pidámosle, pues, a la Virgen María, a la "Torre de David", a aquella que fue lo mejor de su raza, de su religión y de su cultura, que nos ayuda a amar lo nuestro, las costumbres y tradiciones, las singularidades de cada uno de nuetros pueblos. Pero pidamosle que nos ayude a Amar lo nuestro, las costumbres y tradiciones, las singularidades de cada uno de nuestro pueblos. Pero pidámosle que nos ayude a poner en el primer lugar lo que debe estar en el primer lugar; no nuetra cultura sino, Dios, no la forma humana de ver las cosas sino la forma Divina de entenderlas y practicarlas.

Propósito: Agradecerle a Dios que María fuera  a las raíces de su pueblo e intentar nosotros hcer lo mismo, recordando las raíces Cristianas de nuestra Patria.

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